Lunes, 7 de Marzo de 2011 por Ramón Lobo
Cuando pienso en mujeres-valiente, mujeres-ejemplo, mujeres-roca veo la figura inconmensurable de mi abuela Germaine: dignidad y respeto. La vida es aprender a caminar con la cabeza erguida, como los bueyes de Miguel Hernández. Caminar sin miedo con la vista levantada por si pasan las estrellas. Y pasan, pasan cada noche cuando comienza el sueño.
Hay mujeres-fuerza que luchan con las manos; otras, con la mirada. O con la voz. Hay mujeres que nunca se derrotan. Son mujeres-ancla, mujeres-muelle.
Hoy debería ser el día de los no-hombres, de los nada, de los cobardes que maltratan, de los acosadores, de los esclavistas, de los que nunca lloran.
No creo en los días de. Suenan a negocio y a letanía.
Cuando pienso en mujeres-valientes vivas se aparece Maud, mi madre; siempre remando haya o no haya agua. Y se aparecen mis tías, las de Inglaterra, que de España no me llegan mujeres ni hombres, solo me llegan ordenes, gritos y bofetadas.
Cuando pienso en mujeres huelo a hierba y a mar de algas, a país extranjero y a lluvia.
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