-que acude todos los jueves
frente a la Casa Rosada de Buenos Aires
para exigir que me devuelvan con vida-
Hasta mi carne rota y lastimera
llega como un clamor, tu desconsuelo.
¡Qué alivio ver mi nombre en tu pañuelo
y sentirme paloma mensajera!
Me mataron y llevan la guerrera
manchada para siempre con tu duelo.
Eres tú, madre mía, su desvelo
y el triunfo de mi muerte prisionera.
Es la Plaza de Mayo tu secreto,
los jueves a las once con mi cita,
sin que tu corazón se descomponga...
Y aunque yo te haya escrito este soneto
con nostalgia y amor de vidalita,
¡que Argentina te cante una milonga...!
Luis Manuel Duyos,
Madrid-1990.
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